jueves, 27 de mayo de 2010

Capitulo 2

Ninguna de las dos figuras se había percatado de su llegada, Hasta que el estrépito producido por la espalda al caer al suelo, les hizo girar la cabeza hacia su dirección.

Alexander no se movió, incapaz de apartar la vista de la chica de pelo castaño, e increíbles ojos azules que había visto antes. O eso creía él, pues su piel pálida, y unos caninos que sobrepasaban la longitud normal de casi todas las criaturas sobrenaturales. Solo dos tipos de criatura alcanzaban aquella medida: los licántropos, que tenían desarrollados unos colmillos preparados para atravesar casi cualquier tipo de superficie. Y los vampiros.

Ahora tenía a las dos razas más poderosas a apenas unos metros de él. Ella lo miró. En sus ojos brilló una chispa de recuerdo, y sus labios se curvaron un solo segundo, para mostrar una efímera sonrisa, que parecía no haber existido nunca.
El lobo se percató de aquella sonrisa, y echó a correr hacia la chica, con objeto de disminuir la desventaja, que él creía suponía la aparición de Alexander y la sonrisa de la vampiresa. Ella se giró en el momento que la bestia embestía con enorme ferocidad. Haciendo que la chica volará durante un segundo, hasta estrellarse contra la fuente. Se resquebrajó, y un chorro de agua comenzó a salir a través de las grietas.

La vampiresa salió como una exhalación del agua y le plantó una miríada de golpes al lobo. Acertándole uno de ellos en el hocico, y haciéndole retroceder involuntariamente.
El animal le lanzó una dentellada hacia el cuello, pero ella ya estaba preparada para lo que pudiese pasar y lo elevó con una patada más veloz que el rayo, que le hizo realizar una parábola hasta aterrizar sobre un montículo de arena, de alguna obra cercana.

Al cabo de unos segundos se levantó con un gemido, y echó a correr dirección al bosque entrando por un callejón.
Alexander recogió la espada del suelo y se acercó con cuidado a la vampiresa, que le miraba enseñando los colmillos. Cuando ya no se separaban en más de dos metros, el chico envainó la espada:

- ¿Quién eres? - dijo Alexander sin ninguna emoción en la voz.

La chica lo miró sonriendo. Un brillo de diversión asomaba en sus ojos. Comenzó a hablarme con una voz tan suave, que de no haberla escuchado habría pensado que era el sonido del roce entre dos tiras de seda:

-¿No te acuerdas de mí?, ¿Tanto tiempo ha pasado Alex?

El chico ladeó la cabeza sin saber que contestar. La chica esperó unos segundos y prosiguió con un tono algo mas serio:

-Veo que no.-dijo con un suspiro- , ¿No recuerdas, ni siquiera mi nombre?

Alexander negó enérgicamente con la cabeza antes de hablar:

- No se, por que voy a contarte esto, pero lo haré.- Espero a que la chica asintiera y prosiguió- Hace tiempo que no recuerdo quien soy realmente, que no consigo recordar nada antes del año 1990 –hizo una pausa para coger aire-, por lo cual si te conozco no recuerdo nada de ti, ni de nadie anterior a esas fechas. Aunque solo soy capaz de sentir afecto hacia ti. Y por alguna extraña razón, sé que puedo confiar en ti.

La vampiresa se acercó y le susurró al oído:

- ¿Quieres que te ayude a recordar?

Alexander asintió sin pensarlo ni una vez siquiera.

-Bien, te lo contaré todo, pero este no es sitio para hablar de asuntos que nos conciernen a ambos.-dijo la vampiresa que comenzó a andar hacia la dirección por la que Alexander había llegado.

El chico la siguió a unos pasos de distancia. Y ella sin girarse ni dejar de caminar le dijo:

-Por cierto, tal vez te ayude a recordar.- Dijo con tono divertido- Me llamo María.

Él se paró de pronto, mientras sentía como los recuerdos de una época olvidada, llenaban los huecos de las lagunas que su memoria no había sido capaz de recordar. Penetraba en su mente, llenándola de infinito dolor.
Cayó al suelo de rodillas bajo la atenta mirada de María, y comenzó a decir entrecortadamente:

-Ya……..ya sé……quién….eres…eres…- La chica lo miró con eterno cariño en la mirada.

- No hace falta que lo digas ahora- le dijo mientras se acercaba, y tras agacharse le colocaba su helado dedo sobre sus cálidos labios-, tenemos mucho tiempo para hablar de ello.

Alexander asintió, con los ojos reflejando de nuevo cariño y frío, a partes iguales. Se levantó y justo a la chica se perdieron en la oscuridad de camino a la casa.

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